3/5/19

¿Gobierno? No, gracias.

El PSOE debe gobernar. Debe y puede, y más nos vale que se apoye en Unidas Podemos, más nos vale que se olvide de Rivera y compañía. Entonces gobierna el PSOE. ¿Cómo gobierna? Como ha gobernado siempre. Un partido social liberal no puede dar otra cosa que un gobierno social liberal. El rescate a la banca, el artículo 135, la primera reforma laboral, el desahucio exprés, el secuestro del Open Arms,... Si Sánchez se apoya en Rivera será peor, seguro, pero la pregunta que nos debemos hacer es la siguiente y es doble: ¿Puede Unidas Podemos, con sus 42 diputadas, entrando en un gobierno con el PSOE, contrarrestar el liberalismo marca de la casa? ¿Debería Unidas Podemos aceptar formar parte de un gobierno social liberal dejando toda iniciativa de oposición a la derecha?

Miremos a la derecha. Su crisis se debe a la fragmentación, pero esta poco tiene que ver con la división de la izquierda, histórica tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Las clases dominantes españolas entendieron muy bien, a principios de los años 30 del siglo XX, que el poder se mantiene mediante una unidad sin fisuras, no exenta de conflictos y contradicciones, pero fundamentada precisamente en la necesidad de cerrar el paso a cualquier veleidad de tipo social o democrática. Han mantenido el poder ininterrumpidamente desde 1939 mediante tres herramientas fundamentales: el estado franquista, funcionando hoy a toda máquina ante el desafío independentista, el Partido Popular como partido de representación de clase, y el PSOE como contrapunto democrático dentro de una monarquía heredera del antiguo régimen. 

La corrupción ha lastrado al PP como herramienta de poder de clase, y ha propiciado el auge tanto de Ciudadanos como de Vox, pero estas tres derechas representan el mismo proyecto político, apelan al mismo espacio electoral que representaba el PP del bipartidismo. Con eso no digo que sean lo mismo, ni mucho menos, sí que los tres saben muy bien cómo mantener el poder donde ha estado siempre. Su sintonía en Andalucía lo demuestra.

La división en la izquierda es otra cosa. PSOE y Unidos Podemos representan dos proyectos diferentes, dos espacios electorales diferentes. Uno social liberal, otro socialdemócrata, uno adicto al régimen, otro transformador. No son espacios estancos ni homogéneos. Hay mucha gente que se decanta por el voto útil al PSOE, y posiblemente mucha otra que cae en la abstención por el desencanto. Nada cambia, todo sigue igual. Es el bipartidismo, amigos, ahora en manos de cuatro partidos capaces de pilotar la misma nave en la dirección correcta: 135, 155. 

En un momento dado, a raíz del 15M, el espacio a la izquierda, antes ocupado por Izquierda Unida, fue dinamitado por un nuevo proyecto que generó la ilusión de una victoria electoral que no llegará. El momento ha pasado, el proyecto, que ha convertido la ilusión en descomposición, necesita volver a formularse, reconstituirse como fuerza anti liberal, transformadora y popular. Volver a mover ficha, volver, no para ganar unas elecciones, sino para fortalecerse ante nuevos retos que se avecinan. El movimiento feminista, la lucha contra el cambio climático, la urgente necesidad de reconstruir el movimiento obrero. Retos que deben ser afrontados desde el activismo.

Entrar en un gobierno con el PSOE es frustrar la posibilidad de una oposición de izquierdas, una oposición constructiva capaz de frenar a la derecha y a la extrema derecha, pero que no sea rehén de políticas social liberales que seguro llegarán. Llegarán, como llegará otro momento 15M, otro memento para el descontento y la movilización popular. ¿Cual será entonces la principal fuerza rebelde en el parlamento? ¿A quien señalará la gente cuando vuelva a gritar desde las calles y las plazas NO NOS REPRESENTAN?