8/5/19

Unas elecciones En Pie

La izquierda se presenta dividida a los próximos comicios autonómicos y municipales. Una izquierda que ha pasado de la ilusión de una victoria posible al desengaño ante la pérdida de votos y la fragmentación. En el camino, procesos internos que como mínimo han alejado la perspectiva de un partido movimiento que corrigiera los males endémicos de la práctica política convencional. No nos representan gritaba el 15M. Se refería a todas las formaciones políticas enquilosadas en viejas formas y fórmulas.

Se intentó, pero el proyecto salido de Vistalegre I, esa máquina de guerra electoral que prometía asaltar cielos, sufrió la primera derrota precisamente en el terreno electoral, para luego sucumbir a una degeneración burocrática que ha propiciado la actual ruptura. El problema es obvio. Cuando no se puede ganar electoralmente, cuando la sociedad se aleja de ese ideal de transformación que abrió el ciclo 15M, cuando se hace evidente que los votos no son el motor del cambio que necesitamos, ¿cuál es el camino a seguir?

La respuesta no es fácil, pero se impone la recomposición y la reelaboración de los viejos proyectos pensando en los retos que se avecinan, la mayoría de ellos alejados de la dinámica electoral. El movimiento feminista, el movimiento contra el cambio climático, el movimiento obrero, siempre el movimiento obrero, en horas bajas.

Hay quien quiere convertirse en receptáculo de un nicho de votos a la izquierda del PSOE para luego mantenerse a su sombra. Hay quienes pensamos que si no se puede ganar tal vez sí tiene lógica renunciar a ganar, o al menos asumirlo, pero no se puede renunciar a resistir.

Nuestra fuerza no está en las instituciones. Nuestra fuerza está en la calle, como la fuerza del incipiente movimiento que surgió alrededor del manifiesto Mover Ficha provenía de las energías propagadas por el 15M. Ese es el campo en el que la izquierda debe recomponerse, construyendo una organización popular que rompa con las prácticas burocráticas que han propiciado deserciones y rupturas, para recuperar buenas prácticas democráticas, con rendición de cuentas y fiscalización de los cargos, respeto a la diversidad y a la participación. En definitiva, un proyecto desde abajo para la gente de abajo.

Uno de los objetivos, claro, es la unidad, pero no como un mero reparto de sillones y cuotas de poder, tampoco con el único fin de atesorar votos en base a una aritmética que se ha revelado falaz en ya demasiadas ocasiones. Se trata de poner En Pie un nuevo proyecto para un nuevo ciclo político, que supere los errores y fracaso del pasado, y que sirva para un presente, y un futuro, de lucha y resistencia.