20/6/21

Pesimismo de la voluntad. Reflexiones sobre Diario del cuidado de los enjambres


Una de las prácticas intelectuales más difíciles hoy en día, sino siempre, es la de pensar a contracorriente. Quienes lo hacen acostumbran a encuadrarse en sus propias corrientes críticas, donde pueden desarrollar su actividad de forma más cómoda contribuyendo además a una acumulación de fuerzas necesaria. Nada que objetar. El peligro en estos casos es doble, la integración y la irrelevancia.

La obra intelectual y poética, si es que hay diferencia, de Antonio Orihuela, transcurre tanto dentro como fuera de dichas prácticas, empujada por un compromiso ético irrenunciable. Su afán de libertad y emancipación colectiva impregna cada una de las páginas de este libro. Diario del cuidado de los enjambres nos adentra en un conjunto de reflexiones políticas, poéticas y visuales que “no pretenden convencer a nadie”, como se afirma en la contraportada, pero que reivindican el amor a la humanidad y la belleza como principios morales a partir de los cuales construir proyectos de emancipación.

Por eso es un libro esencialmente pesimista. Orihuela pone en valor el pesimismo revolucionario en un momento en el que la esperanza abierta por el ciclo 15M nos ha llevado a un escenario dominado por el reformismo electoralista, cuyos límites son ya evidentes. Ante el optimismo encendido de la realidad posible, los gobiernos del cambio, ahora ya imposibles sin el concurso del ala social-liberal del régimen, se impone volver la mirada hacia las derrotas y renuncias no superadas.

El poeta sabe de lo que habla, pues es poeta y activista sindical. Es desde ese lugar desde el que reflexiona y escribe. El lugar en el que se forjan las resistencias, el lugar donde se consuman las derrotas. Sus palabras son lúcidas, sentidas, a la vez esenciales, apegadas a la realidad del ser humano que sufre y se derrumba ante un sistema que ha destruido por igual el medioambiente y la conciencia de clase que podría salvarlo. El pesimismo es entonces la única opción, porque implica dejar de prestar atención a las encuestas, a las tertulias televisivas, a la propaganda en redes sociales y a las votaciones digitales para darnos cuenta de que ya casi nadie pone su cuerpo para ocupar plazas, para que se deroguen la reforma laboral o la ley mordaza, para solidarizarse con su compañera o su compañero en el centro de trabajo. Así, ningún gobierno del cambio podrá conseguir el cambio anhelado. Este quedará reducido a la integración y a la irrelevancia, como tantas otras veces.

¿Qué hacer entonces? Diario del cuidado de los enjambres no aporta soluciones estratégicas, tampoco guía espiritual ni lo pretende, pero sus páginas contienen un sin fin de planteamientos e ideas para desafiar al poder, al conformismo, a la indolencia, desde la acción consciente de ese pesimismo necesario que nos ayuda a darnos cuenta de la realidad en la que vivimos, y nos impulsa a reaccionar. Tal vez sea esa la metáfora del enjambre. Concebir el ser humano como un ser colectivo, cuidar lo común como única forma de cuidarnos y amarnos los unos a los otros. Actuar también como vectores de polinización del compromiso y la ética para la revolución que vendrá.