30/7/15

Al otro lado

El 5 de mayo de 1945, hace 70 años, las tropas de los ejércitos aliados liberaban el campo de concentración de Mauthausen. Banderas republicanas ondeaban donde antes lo habían hecho las esvásticas negras. La resistencia organizada controlaba el campo, y los pocos republicanos españoles que sobrevivieron a un infierno que para ellos empezó el verano de 1940, habían contribuido a la acción que convirtió los nuevos ocupantes en simples testigos.

Dice el poeta Antonio Orihuela que Auschwitz no es historia, era premonición. La premonición funesta de unos hechos que se perpetúan, de muchas maneras y en muchos lugares del planeta. La matanza de los inocentes a manos del Dios omnipotente. El poder. La codicia. El odio.

Y alrededor del campo, una alambrada electrificada siempre presente en los ojos y en el corazón de todos los presos. Representaba el límite más allá del cual lograbas la libertad anhelada, una libertad negada por la misma alambrada. Los pocos que lograban huir eran capturados y colgados frente al resto. Pero había otro camino. Cuando un preso ya no podía más, cuando sentía que el fin se acercaba, o cuando los SS venían a buscarlo con las peores intenciones, se tiraba para morir electrocutado.

La muerte como metáfora de libertad es un recurso literario, o simplemente una de tantas tragedias humanas. La desesperanza nos empuja contra las vallas y los muros que nos separan, nos aíslan, nos marginan o nos expulsan. Al otro lado, la libertad, pero también el poder, la codicia y el odio.

Artículo publicado en el nº12 de la revista LaHiedra