Dice el poeta Antonio Orihuela que Auschwitz no es historia, era premonición. La premonición funesta de unos hechos que se perpetúan, de muchas maneras y en muchos lugares del planeta. La matanza de los inocentes a manos del Dios omnipotente. El poder. La codicia. El odio.
Y alrededor del campo, una alambrada electrificada siempre presente en los ojos y en el corazón de todos los presos. Representaba el límite más allá del cual lograbas la libertad anhelada, una libertad negada por la misma alambrada. Los pocos que lograban huir eran capturados y colgados frente al resto. Pero había otro camino. Cuando un preso ya no podía más, cuando sentía que el fin se acercaba, o cuando los SS venían a buscarlo con las peores intenciones, se tiraba para morir electrocutado.
La muerte como metáfora de libertad es un recurso literario, o simplemente una de tantas tragedias humanas. La desesperanza nos empuja contra las vallas y los muros que nos separan, nos aíslan, nos marginan o nos expulsan. Al otro lado, la libertad, pero también el poder, la codicia y el odio.
Artículo publicado en el nº12 de la revista LaHiedra
Artículo publicado en el nº12 de la revista LaHiedra