7/5/21

De Jersey a Sheikh Jarrah o el retorno de la realidad después del COVID


En estos días la actualidad volvía a tomarnos por asalto después de meses pendientes de la incidencia acumulada, la ocupación hospitalaria y los berrinches de Ayuso. Nos enterábamos de un conflicto entre Gran Bretaña y Francia a raíz de las cuotas pesqueras alrededor de la isla de Jersey, cercana a la costa francesa pero bajo jurisdicción Británica. No voy a entrar en detalles. Cada país tiene razón, el otro no la tiene, ambos mandan a patrullar al ejército, demostración no tanto de fuerza como de determinación patriótica. Quien sabe, tal vez no sea más que una puesta en escena calculada e incluso consensuada.

Podríamos caer en la tentación de acordarnos del esperpento de la isla de Perejil, pero yo diría que lo ocurrido en Jersey refleja mucho más y de manera inquietante la realidad presente en términos geopolíticos. No en vano las fronteras y la libre circulación han sido elementos de primordial relevancia durante la crisis del COVID. Se han cerrado fronteras. Se han mantenido abiertas parcialmente generando no pocas controversias. Es el caso del aeropuerto de Barajas, denunciado con insistencia como coladero de infecciosos. Se han levantado fronteras internas entre comunidades, entre provincias e incluso entre municipios y barrios.

Las fronteras ya no son lo que eran. La emergencia del COVID ha obligado a tomar medidas excepcionales, pero la crisis que se expande alrededor, ya sea como causa o como consecuencia, la crisis ecológica que viene de años y se agrava con cada nuevo evento, amenaza con normalizar lo que hasta ahora se consideraba excepcional. Nos guste o no, la circulación de personas y de mercancías no va a seguir como hasta ahora. La primera aumentará dramáticamente entre el sur y el norte a consecuencia del calentamiento global, la segunda va disminuir seguramente, por la misma causa con el añadido de la crisis energética que se acerca a pasos de gigante. El contencioso pesquero entre Gran Bretaña y Francia se enmarca en este contexto, lo cual no debería hacer otra cosa que preocuparnos dado el compartido recurso a la exhibición de fuerza naval.

En otra parte del mundo, viejos conflictos enquistados parecen resurgir. En el barrio palestino de Jerusalén Este llamado Sheikh Jarrah, colonos sionistas protegidos por la policía israelí expulsan de sus casas a los residentes palestinos. Una vuelta de tuerca más en la limpieza étnica que hace décadas que dura en la Palestina histórica. Nada nuevo bajo el sol. Como decía Kapuscinski, en Palestina no ocurre nada desde el fin de la Guerra de los Seis Días en 1967. Yo diría que desde mucho antes, desde 1948 y el nacimiento del estado de Israel. Pero también podemos leer los acontecimientos en Sheikh Jarrah a la luz de la situación actual.

Israel es un país sin fronteras fijas. Sus límites exteriores han ido cambiando a lo largo de los años en función de guerras y tratados con sus países vecinos. En el interior, la realidad es parecida. Con el caso paradigmático de Jerusalén y Hebrón, se alternan barrios palestinos con barrios israelíes, pueblos con asentamientos, campos a pleno rendimiento junto a eriales arrasados llenos de chatarra agrícola. Gestionando el desbarajuste topográfico las fuerzas de defensa israelíes a su antojo, controlando el flujo de población en función de los intereses y las necesidades del proyecto sionista. Cuando las fronteras en el resto del mundo han adquirido una nueva dimensión, es obvio pensar que el estado de Israel pondrá especial interés en acelerar el proceso de ocupación y extensión, para asegurarse una posición ventajosa cuando arrecien futuros estallidos.

El tiempo lo dirá, pero sea como sea, ni una ni otra noticia traen buenos augurios.