22/7/21

Martin Eden y la (in)consciencia de clase

Dicen que Jack London fue un individualista de éxito. Marinero y vagabundo, entre otras ocupaciones, procedía de la clase trabajadora y se educó a sí mismo acudiendo a una biblioteca pública. Consiguió triunfar y hacerse un nombre gracias a la literatura. También se dedicó a dar charlas y conferencias sobre socialismo. La adscripción a esta corriente política en la américa de entre siglos fue para él una contradicción, dado su individualismo manifiesto, que arrastró, parece, durante toda su vida.

Martin Eden, novela de incontables rasgos autobiográficos, se puede leer como una confesión irresuelta, el reconocimiento de una condición intelectual escindida que deviene en frustración, pero constituye también una reflexión lúcida y profunda sobre las clases sociales y su ética propia.

Martin Eden, marinero, de clase trabajadora e iletrado, conoce casualmente a Ruth Morse, hija de un abogado de la burguesía californiana. Obnubilado por su entorno plácido y elegante, tan alejado del suyo, conseguirá que Ruth le ayude en su educación y refinamiento, imprescindibles para tener acceso a ese mundo nuevo. Martin decide convertirse en un hombre de éxito a través de la literatura, para poder así cortejar a la que pronto se convertirá en su amada. Emprenderá entonces una lucha titánica y a veces terrible por un objetivo cada vez más escurridizo, enfrentándose a un entramado editorial cerrado y a un entorno hostil que le exigirá, con insistencia, que abandone y busque un trabajo honrado.

Martin se convertirá así en un desclasado, alejado culturalmente de la clase trabajadora de la que procede y rechazado por la burguesía por no asumir el camino que el sistema había trazado para él. Desde la soledad y el aislamiento descubrirá que los valores burgueses se basan en la pura apariencia, y que la ética del trabajo que todo el mundo profesa esconde una superficial admiración por el éxito sin atributos.

El trabajo aparece entonces asociado a dos formas de explotación, la que sufre el asalariado y la que su formación intelectual y su determinación le imponen. Nadie valora ese trabajo, puesto que el asalariado recibe miseria y embrutecimiento, mientras que el éxito y la fama son lo único que Martin consigue convertir en oro, o en reconocimiento. El trabajo ya estaba hecho cuando los mismos que le adulan le despreciaban en la pobreza. La ética burguesa es una falacia, una hipocresía, y la vida áspera pero sencilla de los de su clase, quienes le aceptan y le han aceptado siempre tal y como es, le resulta ajena.

Martin Eden se encuentra a caballo entre cierta exaltación romántica y un realismo social incipiente, con una escritura ágil y envolvente que encuadra al personaje en un paisaje bien definido. Lejos de la novela psicológica, sentimientos y pensamientos se integran perfectamente en el entorno material y humano, contribuyendo a crear un universo diverso y poliédrico que choca constantemente con el inamovible Martin. La obra remite también a la tragedia clásica, donde un personaje que se enfrenta a su destino, o a aquello que todo el mundo le dice que debe ser su destino, acaba pagando un alto precio por haber conseguido lo que se proponía.