25/2/22

Ciudad princesa: otros mundos posibles


Me resulta prácticamente imposible abordar el libro de Marina Garcés, Ciudad Princesa, desde una perspectiva que no sea estrictamente personal. Más allá de la calidez de sus reflexiones, hiladas de forma transparente, con la honestidad de quien comparte con una comunidad indefinida aun, en construcción (llamémosla República), experiencias personales que configuran una trayectoria de pensamiento radical, me encuentro con un universo histórico y vivencial paralelo al mío. 

Así, la lectura se convierte en un doble viaje, triple incluso. A través de una generación, nacida a principios de los 70, hijos e hijas del régimen del 78 como nuestros padres y madres lo fueron de la posguerra. A través de unas experiencias personales y políticas compartidas: misma ciudad, mismos movimientos sociales aunque diferentes espacios y posicionamientos políticos, circunstancias vitales parecidas, las mismas preguntas, una y otra vez, las mismas dudas. Y un tercer viaje, el que da cuerpo al libro, a través de una inquietud compartida que nos empuja a cuestionar y cuestionarnos permanentemente: cómo seguir pensando y pensándonos, cómo afrontar la condición póstuma en la que el futuro ha quedado relegado al pasado, al ámbito de la nostalgia, sin abandonar el compromiso radical de construcción de un nosotros/nosotras (llamémosle, otra vez, República) que rompa con las lógicas extractivistas, productivistas, mercantilistas, individualistas que impone el capitalismo.

Entiendo la condición póstuma como un estado de ánimo, ese que nos provoca la sensación de que es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo. El libro de Garcés construye un relato que contrapone ese momento fundacional en el que fuimos capaces de alzar la voz para reclamar que “otro mundo es posible” (lo sigue siendo, pese a todo), con la excepcionalidad normalizada del instante presente, en el que el poder ha decidido ejercerse a sí mismo más allá de cualquier legitimidad, ya sea legal o ética, para perpetuarse frente a quien intenta desafiarle de una forma u otra. Contribuye así a combatir la confusión en la que parecemos inmersos ante los acontecimientos recientes, reivindicando la acción de pensar como un compromiso, cuyo fin es hacerse preguntas que abran nuevos caminos.

Relatos como el de Marina Garcés son fruto de una circunstancia común, esenciales para seguir caminando, para seguir pensando. Su libro se me antoja importante para cualquier activista, para cualquier persona que sienta la insatisfacción que provoca la crisis actual, el peso de vivir en un mundo que vuelve a mostrarse, una vez más, como trinchera y campo de batalla. De cada lectura surgirán nuevas preguntas, interpretaciones diversas, emociones compartidas, también íntimas. El crisol del pensamiento radical y la acción colectiva convertido en una narración en primera persona.

Por eso el libro tiene una doble, o también triple dimensión. La dimensión personal, en la que elabora una profunda reflexión sobre el activismo y lo que significa vivir una vida comprometida con la transformación social. La dimensión histórica, en la que constituye o propone a través de su personal relato un ciclo histórico que abarca desde el movimiento antiglobalización y sus preámbulos hasta la celebración del referéndum de autodeterminación en Catalunya el pasado 1 de octubre. La dimensión política, tal vez la más abierta, en la que reflexiona sobre el momento actual y los retos a los que nos enfrentamos.

Reflexiona, o mejor dicho incita a la reflexión. Esta es la cualidad esencial del libro, su capacidad de estimular e inspirar desde un profundo humanismo radical, en la estela de autores como John Berger, o desde un antagonismo generoso, por llamarlo de alguna manera, como el del añorado Joaquín Jordá, a quien tuve el gusto, como la misa Marina Garcés, de conocer. Vuelvo así, con esta referencia a una persona importante pero desconocida seguramente para la inmensa mayoría, a la advertencia que hacía al inicio de esta reseña, e invito a que cada cual aborde la lectura del libro desde la misma perspectiva, porque más allá de las banderas, las ideologías, los partidos, las organizaciones, los colectivos, incluso las acciones concretas, están las personas, empujadas por necesidad y convicción a un compromiso colectivo por la construcción de un proyecto de sociedad basado en los cuidados y la defensa de lo común. Lo voy a llamar, si me permitís, REPÚBLICA.