21/3/23

Los cuatro caminos de Ursula K. Le Guin


Culpa y perdón son solo palabras. Como toda palabra responden a un consenso, tan antiguo como el lenguaje mismo. En algún momento perdido en el tiempo un grupo de individuos que conformaban una comunidad decidieron que aquello que recogían del suelo y lanzaban como arma de defensa y de caza se llamaría piedra, que ese animal veloz al que cazaban para alimentarse de su carne y vestirse con sus pieles se llamaría gacela, que los seres que andaban erguidos con un órgano sexual que les colgaba entre las piernas se llamaría hombre y los seres que no disponían de ese órgano se llamarían mujer. Así, palabra tras palabra, objeto tras objeto, emoción tras emoción, concepto tras concepto.

En la tradición cristiana la mujer carga por toda la eternidad con el peso del pecado original. Es un ser culpable por naturaleza hereditaria, condenada a parir con dolor y obligada a servir como esclava al hombre que la cobija, primero padre, luego marido. El sacerdote ungido por Dios puede transmitirle el perdón por sus pecados terrenales, pero la culpa por el pecado original siempre prevalece. La mujer es culpable de querer alimentarse por sí misma, de creer que el conocimiento no debería serle vedado y por encima de todo, de desobediencia al proveedor.

Las historias que componen Cuatro caminos hacia el perdón no hablan de la culpa, ni del pecado. Hablan de la lucha del ser humano y de las mujeres en particular para liberarse de la esclavitud y la opresión. Los personajes de Ursula K. Le Guin constituyen un universo en sí mismos, una constelación de seres atrapados en la telaraña de la historia, la de su propia vida y la de los mundos que habitan. Deberán sobreponerse a las circunstancias que les son impuestas por nacimiento para emprender su propio camino. No se trata de sortear peligros y obstáculos ni de esconderse cuando el poder te somete a todo tipo de humillaciones, se trata de tomar consciencia de la posibilidad de elegir. Caminar entonces hacia la liberación, caminar para avanzar pese a la derrota, seguir caminando pese a la victoria momentánea, recomponerse, juntar de nuevo los pedazos rotos con el fin de recuperar las capacidades cercenadas, la identidad, la humanidad.

Este es el sentido último de la cuarta historia del libro, el cuento titulado La liberación de una mujer. Rakam nace esclava en el planeta Werel y ya de niña se convierte en el juguete sexual de la señora de la casa. Después de viajar a la ciudad como sierva manumisa se involucra en la lucha revolucionaria. Cuando huye por razones políticas al planeta Yeowe, una antigua colonia de Werel recién liberada, descubre un mundo sujeto a tensiones sociales y atravesado por desigualdades que la obligan a seguir luchando. Es una lucha política, pero también personal, una lucha contra lo que fue en el pasado. Las heridas que le infligieron alcanzaron lo más hondo de su ser abriendo una brecha entre ella y todo lo que la rodea. Solo cuando es capaz de abrazar una nueva vida al lado del que será su compañero, Rakam consigue culminar su objetivo. No necesita un hombre a su lado para sentirse libre o completa, necesita perdonarse por todas aquellas situaciones que sufrió durante los años de esclavitud sin comprender, sin ser capaz de rebelarse.

Ursula K. Le Guin subvierte el sentido mismo de los conceptos culpa y perdón pues el único pecado es el de la opresión, que se ejerce por la fuerza, pero también a través de una sumisión consentida y perpetuada por la tradición y los estamentos sociales. Liberarse no es solo dejar de ser esclava. El perdón es el final de un proceso que empieza cuando descubrimos lo que somos en manos de quien nos domina, y decidimos negar todo aquello que nos empuja a creer que ese es el lugar que nos corresponde. Los mundos de fantasía de Le Guin reflejan la lucidez de la autora y la profundidad con la que aborda la realidad en sus múltiples dimensiones, del yo interior a las estructuras sociales de mayor calado, partiendo de un entramado de interrelaciones e interacciones que apuntan a lo humano como motor de toda lucha por la liberación, que no puede ser más que individual y colectiva al mismo tiempo.