2/5/23

Nomadland o la distopía del pleno empleo


Estamos en Madrid al final de una pandemia que ha puesto en jaque el sistema sanitario, la economía y la sociedad entera. La presidenta de la Comunidad, Díaz Ayuso, se ha enfrentado al gobierno de Pedro Sánchez desde el primer momento. A las restricciones de movilidad y al cierre de determinados sectores económicos, la presidenta contrapone unas medidas mucho más laxas. Pese a las muertes, que se cuentan por miles, el hastío, el ahogo económico y la crisis resultante después de casi un año de excepcionalidad, entronizan a la salvadora, quien clama libertad como si de una fórmula mágica se tratara. La consecuencia inmediata: Ayuso arrasa en las elecciones autonómicas convocadas por ella misma para aprovechar la situación.

¿Qué tiene que ver Ayuso y la CAM con Nomadland? os preguntaréis. Es el modelo, el modelo que el Partido Popular lleva décadas implementando en Madrid, un modelo que se ha convertido en una fantasía cuando ha sido incapaz de hacerse cargo de la realidad. Claro, no hay ningún partido del arco parlamentario que se haga cargo de la realidad, pero esa es otra historia. Vivimos en una especie de paraíso fiscal para ricos y grandes empresas, donde casi la mitad de niños y niñas asisten a centros de educación privados o privados concertados. La libertad de Ayuso representa esa aspiración, no solo de quien ya vive en la España de las piscinas, también de gente que tal vez piensa que trabajando duro podrá conseguir la suya.

Lo habéis adivinado: esa es la fantasía. Puede que antes de la crisis de 2008 el neoliberalismo aún disfrutara de una pátina de credibilidad. El que cobra el salario mínimo, tiene una pensión misérrima o no paga la hipoteca o el alquiler es porque vaguea, si las empresas no son exprimidas por el estado con impuestos podrán crear puestos de trabajo y llevar prosperidad y progreso a todos los hogares. Llega la crisis, se extiende la conciencia de un colapso climático y energético, la clase dominante se encuentra en un brete. ¿Qué hacer? Muy fácil, señalar al otro: la inmigración, el populismo de izquierdas, el comunismo, el antifascismo, el independentismo, el gobierno ilegítimo... y ofrecer una rebelión contra el otro basada en una pura fantasía: el Bréxit, la nueva grandeza, la libertad, la patria, la Europa católica. ¿Pero qué hay detrás de tanta promesa?

Sí, lo habéis vuelto a adivinar. Nomadland, más allá de sus virtudes cinematográficas, más allá de sus carencias, puede mirarse como la representación de un modelo de sociedad, el modelo de sociedad que el neoliberalismo ha ido imponiendo desde aquel lejano golpe de estado en el Chile de Allende.

Hay dos elementos que me sorprendieron considerablemente. La gente nómada que se traslada de un lugar a otro en caravana o furgoneta, ganándose la vida saltando de un trabajo precario a otro, construye una cultura propia basada en el apoyo mutuo y la solidaridad, el encuentro fugaz como sello de pertenencia a un colectivo, el anhelo por ese encuentro. No es solo cruzarse con un desconocido al que un año antes le regalaste un mechero y ahora te devuelve otro. Es todo aquello que les brinda el paisaje que atraviesan, es la nostalgia de la que intentan huir. La gente nómada es gente mayor, no dispone de una pensión suficiente, ha perdido su casa, su familia y se ve obligada a echarse a la carretera. Sin embargo construye una cultura, que le es propia, que alberga valores humanos pese a estar condicionada por la crudeza del capitalismo.

Otro elemento que me llamó la atención. En la película nadie muestra la menor preocupación por encontrar trabajo. Viven en una sociedad de pleno empleo, la sociedad que pronostican los adalides de la economía de mercado, donde no se pagan impuestos y cada uno gana lo que gana con su esfuerzo. No hay sanidad pública, no hay educación pública, no hay más que zonas residenciales rodeadas de inmensos páramos desérticos y helados por los que transitar en la vejez recogiendo remolacha o haciendo hamburguesas o empaquetando para Amazon por algo más que la mísera pensión.

Fantasía y realidad. La libertad de Ayuso y su consecuencia. La distopía del pleno empleo es en realidad la utopía del agente inmobiliario, el constructor, el banquero o el corredor de bolsa. Los personajes de Nomadland anhelan libertad, pero es en la solidaridad y en el apoyo mutuo donde encuentran consuelo por todo aquello que les ha sido arrebatado. Lo que les rodea vayan donde vayan, es un sistema cuya voracidad ha sobrepasado los límites del planeta, que son los límites de la vida misma.