29/9/23

Hombres en prisión, crueldad y belleza en la literatura


El sufrimiento, la violencia, la crueldad y la belleza. La belleza nos provoca una emoción ante la cual nos sentimos iguales al resto de seres humanos, vivimos la experiencia estética como un goce compartido. Tal vez no todo el mundo encuentre bello lo mismo, pero todo el mundo siente lo mismo ante la belleza. Sin embargo, cuando decimos anhelar bondad, justicia y belleza, esta última nos parece un añadido, una fruslería, como mucho un adorno, una preocupación menor al lado de lo que consideramos esencial para la buena vida.

¿Qué pasaría si invirtiéramos el orden? El mundo debería ser bello por encima de todo, es decir, debería reinar la igualdad, solo así habría justicia y bondad. Pero necesitamos algo más para conseguirlo. Entender el mundo, la razón como motor y combustible. Entonces nos preguntamos por qué, por qué nos parece bello lo bello, por qué no todo el mundo percibe belleza en las mismas cosas.

Para John Berger el arte es el intento de demostrar que el goce ante la naturaleza puede ser producido también por el ser humano. En este impulso, interpreto yo, nace la ventana de oportunidad de un mundo nuevo, porque reconocer la posibilidad de la belleza es reconocer la posibilidad de la igualdad, y con ella, bondad y justicia.

Pero volvamos al principio: entender el mundo para hacerlo bello y viceversa, descubrir su belleza para entenderlo en su totalidad, porque si no entendemos la injusticia y la maldad, la explotación, difícilmente podremos erradicarla, pero si nuestra comprensión no está preñada de igualdad, es decir, de belleza, el nuevo mundo nacerá con un gusano en su corazón.

Tal vez sea ese el sentido del arte revolucionario, o socialista, o simplemente ideológico, como queramos llamarlo. Tal vez sea Víctor Serge el artista que mejor encarna este paradigma.

Hombres en prisión, una “ficción verídica” según el propio Serge, es un libro sobrecogedor por su belleza, y a la vez, un retrato lúcido de la crueldad infligida por el ser humano a otro ser humano. El sufrimiento y el embrutecimiento del alma se revelan como sus más terribles consecuencias. Lo que nos preguntamos entonces es si tanta violencia, crueldad e injusticia deben ser narradas de una forma tan bella.

Serge nos responde: Hombres en prisión “no habla de mí, ni de algunos hombres, sino de los hombres, de todos los hombres triturados en el rincón más oscuro de la sociedad”. Sustituyamos sin pudor hombres por seres humanos. La belleza es pues un mecanismo clave, nos hace iguales a los protagonistas, también al autor. Así, Serge logra contar su historia contando la historia de un colectivo, y a través del colectivo al ser humano frente a la sociedad. Por eso afirma en un momento de la obra: “El sistema es peor que los hombres”.

Nos identificamos con la historia de Serge, una historia también de lucha, de resistencia, de revolución. Aquí la prisión no es una metáfora poética, no funciona como alegoría. La prisión es la prisión es la prisión, es el rincón oscuro donde se esconde toda la mugre de un sistema que no es bueno, ni justo, ni por supuesto bello, incapaz sin embargo de destruir completamente la belleza del ser humano, el potencial, en su interior, de construir un mundo nuevo.

La grandeza de la obra de Serge es su capacidad de reivindicar la bondad y la justicia denunciando a su vez un sistema que “tritura” la condición humana, no solo a algunos hombres sino la condición humana misma. La belleza es fundamental para sentirnos conmovidos por igual, sentirnos igual de humanos al lado de los seres sufrientes que compartieron celda con el autor, paradigma, como toda su obra literaria, de la entereza moral revolucionaria tan a menudo triturada por su propia historia.