23/10/23

Gaza: escribir sobre lo que no es posible escribir

No es posible la poesía después de Auschwitz, dijo Th.W.Adorno en su día. Puede que sea cierto pues no vivimos en ese tiempo, no vivimos después de Auschwitz. Los acontecimientos actuales en Gaza, como otros acontecimientos pasados en Ruanda, en Bosnia, en Kósovo, en Siria, lo demuestran. El Holocausto no fue el pretendido irrumpir de una tragedia de radicalidad impensable, ni una ruptura catastrófica en el discurrir de la historia, fue más bien la consecuencia de unas condiciones sociales y políticas dadas, la consecuencia del intento de culminar un proyecto cuyo fin consistía en erradicar el conflicto social. Un proyecto de las élites europeas y norteamericanas de entonces que sigue siendo el proyecto de las élites europeas y norteamericanas de ahora (de todas las élites, en realidad). 

Así como no podemos emancipar el presente conflicto, ni el ataque de Hamás el 7 de octubre ni la posterior reacción genocida del Estado israelí, de su pasado, los hechos de su contexto histórico, no podemos hacerlo tampoco con la reacción de la comunidad internacional occidental. El apoyo incondicional al aliado israelí y el silencio cómplice con el genocidio, responden a intereses geo-estratégicos, pero también son continuación y fruto del antisemitismo Europeo, de su afán por expulsar al pueblo judío del continente. Como afirma el filósofo Santiago Alba Rico, solo después de consumar esa expulsión el pueblo judío fue considerado un pueblo europeo y no un enemigo interior. 

La culpa juega su papel, claro, pero no es solo eso. Ya en tiempos de la declaración Balfour, en 1917, el Imperio Británico expresaba su comunión con el futuro estado judío, un estado funcional a sus intereses en el avispero árabe. Israel ha sido y es el perro guardián de occidente, pero al perro guardián no lo quieren en casa porque siempre lo han considerado precisamente eso, un perro. La solidaridad y el apoyo incondicional a los planes de limpieza étnica del sionismo israelí no expiará ninguna culpa, y muy bien podría significar el fin de Europa, o al menos el fin de Europa como interlocutor válido ante cualquier país del mundo que no forme parte de la comunidad internacional, eufemismo para referirse al eje formado principalmente por EEUU y la UE.

Tampoco se entiende sin su contexto la prohibición, en muchos países, de las manifestaciones de apoyo al pueblo palestino y de la exhibición de banderas. La represión y persecución del emergente movimiento ecologista, antecedente directo y próximo, invita a funestas predicciones sobre el futuro de los derechos sociales y políticos en un momento de fuertes convulsiones. No podemos olvidar tampoco los conflictos en el seno mismo de la sociedad israelí, las voces internas críticas con los bombardeos y con la reacción del gobierno de Netanyahu. Nuestros gobernantes no se están alineando solo con Israel, también con un gobierno de extrema derecha, el más extremista.

Sí, sigue siendo posible la poesía después de Auschwitz porque Auschwitz siempre vuelve empezar, y volverá a empezar y volverá empezar si no escribimos poesía suficiente, si no ondeamos suficientes banderas palestinas, si no derramamos suficientes lágrimas para convertirlas en una ola de indignación, un gigantesco tsunami democrático de seres humanos sin más nacionalidad que todas las nacionalidades, sin más etnia que todas las etnias, sin más género que todos los géneros, pero con una idea clara: frenar el genocidio, derribar el proyecto de todas las élites, abrir nuevos escenarios donde la vida, la paz, la bondad, la igualdad, la equidad, la justicia y la belleza no se sacrifiquen en aras de intereses políticos o económicos. Un sueño de vida entre tanta y tanta muerte: sí es posible.