9/10/13

La Herida o el rigor

¿Por qué hacemos las cosas que hacemos? No es una pregunta fácil de responder, pero tampoco es habitual que vayamos por la vida planteándonoslo. La protagonista de La Herida, el primer largometraje como director del montador Fernando Franco, tiene un comportamiento que podríamos considerar anormal, y que incluso dentro de la sala de cine perturba nuestra tranquilidad y nos acerca al abismo.
¿Por qué hace ella lo que hace? Una pregunta que la película no va a responder porque sencillamente no lo pretende. Su opción es arrastrarnos a la vida y la intimidad de un personaje, para que seamos testigos de esa dialéctica entre lo que enseñamos a los demás y lo que ocultamos al otro lado de las puertas cerradas, dialéctica que nos define como personas.

La cámara de Santiago Racaj sigue a Marian Álvarez permanentemente, obligando a la actriz a un derroche de esfuerzo y compromiso. Una propuesta que recuerda a la Rosetta de los hermanos Dardenne y que nos remite al paradigma neo-realista de la cámara siguiendo a un hombre por la calle.
Pero no es eso lo que hace Fernando Franco. Escoge momentos significativos de la vida de su personaje que nos colocan ante un periodo relativamente extenso, lo que nos permite tener una perspectiva mucho más amplia y a la vez identificarnos con su sufrimiento. Este proceso de identificación es una experiencia intensa, emocional, que apela a reacciones primarias ante el dolor descarnado de un semejante, una víctima al fin y al cabo, aunque lo sea de sí misma.

Porque una de las cualidades más significativas de la mirada de La Herida, es la ternura, la ternura con la que nos acercamos a un personaje atrapado entre los cuatro márgenes del encuadre, que quiere escapar pero no puede, porque no es capaz, y ve una y otra vez como ella misma se cierra el camino sin poder evitarlo. Su fracaso está en ella, en su trastorno, en su percepción de las cosas, en su relación perturbada con ese fuera de campo que solo vemos a través de panorámicas de ida y vuelta o de planos que se abren para encuadrar a quienes se acercan sin llegar a romper las paredes de esa cárcel. Es ese entorno inmediato, ese espacio donde habita ese cuerpo herido lo único que parece querer mostrar el director.

¿Por qué un director hace lo que hace? Esta pregunta sí debe hacérsela permanentemente un director de cine, aunque en el proceso no siempre se encuentran respuestas concretas. Y es obvio que Fernando Franco se la ha hecho, ya que La Herida es una película de un rigor férreo y calculado, que establece unos principios y los sigue y persigue con la ortodoxia de quien conoce el valor que en el cine tiene esa otra dialéctica entre la libertad creativa y la exigencia del oficio y la técnica.

No hay duda de que el rigor es una cualidad escasa en este país, y un objetivo extremadamente difícil de conseguir que requiere un gran esfuerzo, y la valentía de hacer frente a las dudas e inseguridades que asaltan a todo creador, hacerles frente con la libertad de la elección consciente y comprometida, fruto de la reflexión y la práctica del trabajo diario. El rigor es el camino de la libertad.