Y sin embargo, hoy es día de elecciones. El momento 15M ha pasado. Ha pasado por muchas razones. Una de ellas es que no entendimos su impugnación a la democracia representativa. No nos representan, gritaban las plazas. La soberbia nos llevó a pensar que se trataba de sustituir unos representantes por otros, dejando de lado una certera crítica a un sistema que nos obliga a derrochar tiempo y energías en una lucha alejada cada vez más de nuestro campo, el de la gente de abajo.Hemos vuelto al enfrentamiento entre izquierda y derecha, en manos de figuras mediáticas y expertos en marketing político y consultores como el inefable Ivan Redondo. Son tiempos de reacción, consecuencia de múltiples derrotas, fracasos, claudicaciones.
Y sin embargo, VOTAR. Desgraciadamente, miles de personas que creyeron en la posibilidad de impulsar un cambio en sentido democrático y social, solo piensan ahora en minimizar los daños, un objetivo raquítico que ahoga las últimas chispas de ilusión del periodo 15M. Es la realidad. La realidad a la que nos enfrentamos.
Seamos realistas, pidamos lo imposible, gritaban los revolucionarios en el mayo del 68 francés. Hay que votar precisamente para ser realistas, para frenar el impulso de una reacción que hoy por hoy no puede asimilarse a un solo partido, sino a tres facciones dispuestas a todo y que no tendrán problemas en ponerse de acuerdo para hacer lo que la derecha social (estructuras no democráticas de estado, poder económico, poder financiero, poder mediático) han hecho en este país ininterrumpidamente desde casi 1939: unirse para ejercer su dominación de clase.
Votar a la izquierda, hoy, es un acto de resistencia.
Y sin embargo, VOTAR. Desgraciadamente, miles de personas que creyeron en la posibilidad de impulsar un cambio en sentido democrático y social, solo piensan ahora en minimizar los daños, un objetivo raquítico que ahoga las últimas chispas de ilusión del periodo 15M. Es la realidad. La realidad a la que nos enfrentamos.
Seamos realistas, pidamos lo imposible, gritaban los revolucionarios en el mayo del 68 francés. Hay que votar precisamente para ser realistas, para frenar el impulso de una reacción que hoy por hoy no puede asimilarse a un solo partido, sino a tres facciones dispuestas a todo y que no tendrán problemas en ponerse de acuerdo para hacer lo que la derecha social (estructuras no democráticas de estado, poder económico, poder financiero, poder mediático) han hecho en este país ininterrumpidamente desde casi 1939: unirse para ejercer su dominación de clase.
Votar a la izquierda, hoy, es un acto de resistencia.