7/11/20

Reivindicación y elogio de la mentira


Según Picasso, el arte es una mentira que nos descubre la verdad. Lo difícil es determinar cual debe ser la apariencia de esa mentira para acercarnos mejor a una verdad cada vez más escondida. La literatura se ha guiado siempre por la máxima de Mark Twain según la cual, al contrario que la realidad, la ficción está siempre obligada a parecer real. Esta máxima condiciona nuestra forma de escribir, pero no nuestra forma de leer, porque al leer es la sensación de realidad creada, la verosimilitud, lo que nos condiciona.

En un obra de fantasía, por ejemplo, los términos están muy claros. Si sabemos que un vampiro perece al ver la luz del sol, una escena en la que Nosferatu se paseara indemne por la calle a las doce del mediodía rompería ese criterio propio del realismo. Dracula se mueve de noche porque es un vampiro y así lo entendemos, lo cual no implica que Bram Stoker quisiera hacernos creer en la existencia de los vampiros en el mundo real. La cosa cambia cuando nos enfrentamos a la ficción puramente realista. Al leer una novela sobre, pongamos por caso, un astronauta, asumimos que el autor habrá llevado a cabo una investigación exhaustiva y al terminar nuestra lectura sabremos algo sobre la verdad de la vida y las experiencias de los astronautas.

¿Nos acercamos así a la verdad de la que hablaba Picasso? Hoy en día estamos inundados de relatos, discursos y datos todos ellos reconocidos como verdaderos. Todo el mundo puede construirse una realidad a su medida, y si bien en un primer momento parecía que este nuevo paradigma permitía a la gente de abajo cuestionar las instituciones del poder, con el tiempo se ha visto como esa libertad, en manos de grandes corporaciones como google o facebook, nos arrastraba hacia un escenario de confusión y caos del que nos apresuramos a escapar a través de las emociones y las creencias personales, porque cualquier otra vía nos ha sido negada. Es lo que se conoce como posverdad.

¿Qué pensaría Mark Twain de la relación entre ficción y realidad en la era de la posverdad? A mi modo de ver, el concepto de posverdad, mentira emotiva según la wikipedia, que apela a las emociones y a las creencias personales, tiene mucho que ver con la literatura y muy poco con el periodismo o la historia, tiene que ver más con el mito que con la mentira. De hecho, lo que representa la posverdad hoy en día, no es otra cosa que la abolición de la mentira tal y como la hemos conocido hasta nuestros días. En las redes sociales y en los medios de comunicación digitales, la tierra es plana y redonda, las vacunas matan y salvan vidas, Trump es el mejor presidente y el peor.

Sí, la realidad, la realidad de los hechos, también ha sido abolida por la posverdad, salvo cuando invade nuestros cuerpos (o eso pensábamos al principio de la pandemia). Entonces, la literatura no puede ser una verdad más, ni una posverdad más. Debemos trascender, o superar, la realidad de los hechos para encontrar la verdad de los cuerpos: los biológicos, con sus achaques, sus emociones dañadas, sus creencias perniciosas, pero también los cuerpos sociales, el libre mercado, el mercado laboral, el poder, las rebeliones posibles... realidades ocultas, invisibilizadas, sepultadas por tantas nuevas verdades situadas en el mundo digital al mismo nivel, no importa si las publica la NASA o un excéntrico terraplanista, un reputado virólogo o un activista armado de la extrema derecha en un pueblo de Kentucky.

Si todo es verdad y la realidad de los hechos está en entredicho porque la libertad de expresión, en manos de las grandes corporaciones de la comunicación ya no es democrática, racional, justa, igualitaria ni por supuesto, libre, solo nos queda reivindicar la mentira, colocándola de nuevo en el lugar que le corresponde. El libro de cabecera de los realistas de hoy debería ser Los desposeídos, de Ursula K. Le Guin, relegando Germinal de Zola o La jungla de Upton Sinclair, al estante de las antiguas joyas de aquel tiempo en el que aún existía la mentira tal y como la hemos conocido siempre, hasta ser erradicada por la posverdad.