28/4/21

Es la memoria, amigo


Nos guste o no, la economía está detrás de toda propuesta política en esta o en cualquier campaña electoral. Ya lo decía Rodrigo Rato. La economía condiciona en todas direcciones. Cualquier medida emprendida por un gobierno debe ir encaminada a engrasar los mecanismos de las estructuras económicas que nos rigen, debe poder financiarse sin alterar los flujos que perpetúan las diferentes fases del ciclo económico (producción, consumo, financiación, etc.)

Pero para llegar al punto en el que estamos, inmersos en un paradigma que puede ser esgrimido con soberbia por uno de los personajes más corruptos a la par que más poderosos de la historia reciente en el estado español, hemos tenido que atravesar un tortuoso camino de luchas y derrotas, de asimilación e integración, que han extendido como un vertido de petróleo en el mar una desmemoria paralizante, la linea rota de una tradición borrada del imaginario colectivo de la gente de abajo.

A principios del siglo XX, una ola de huelgas generales en algunos países europeos jugó un papel fundamental en la implantación del sufragio universal (masculino) donde el derecho a voto seguía siendo el privilegio de unos pocos. La democracia tal y como la conocemos constituye una de las reivindicaciones del movimiento obrero desde sus inicios, así como el voto femenino articuló la lucha de los movimientos feministas llamados Sufragistas. Es solo un ejemplo del agujero negro que se abre detrás de las palabras de Rato, su famoso "es la economía, amigo". Más de una vez se habrá dicho y escrito que la democracia es un logro del liberalismo. Nada más lejos de la realidad. Los derechos sociales y políticos de la clase trabajadora los ha conquistado la clase trabajadora en su lucha sin cuartel por deshacerse del yugo de una economía cuyo único fin es la acumulación de recursos en manos de una minoría.

Es el capitalismo, amigo, debería haber dicho Rato. Pero el marco de la lucha de clases se ha ido diluyendo en un nuevo marco en el que capitalismo se disfraza de economía como si esta no pudiera desarrollarse de otra manera, y la clase trabajadora se convierte en una ciudadanía despojada de toda conflictividad. Antaño la izquierda no era más que el brazo político del movimiento obrero. Hoy sindicatos y partidos luchan en escenarios escindidos. Ya no existe el movimiento obrero como tal, solo una casta burocratizada que mantiene con respiración asistida unas estructuras organizativas cada vez más mermadas por abajo.

La desmemoria juega entonces un rol fundamental. La sociedad vive sometida a la economía porque todas sus bondades son fruto del desarrollo económico y todas sus iniquidades consecuencia de no cumplir con sus preceptos. Las organizaciones que defendían a principios del siglo XX los intereses de la clase trabajadora, han aceptado el marco impuesto. Incluso aquellos que están más a la izquierda en el arco parlamentario no pueden evitar presentar algunas de sus propuestas programáticas como "buenas para la economía". Es el caso de la limitación de alquileres o del aumento del salario mínimo que UP ha justificado por su positivo impacto en el aumento del consumo.

Pero aceptar el marco definido por el capitalismo liberal plantea dos problemas irresolubles. El primero es obvio: la imposibilidad de hacer política fuera del marco para transformarlo de raíz. El segundo, consecuencia del primero, la imposibilidad de llevar a cabo una política que atienda a las necesidades que la sociedad y la clase trabajadora reclaman ante una crisis climática, energética y social que va a obligar al capitalismo precisamente a eso, a la transformación del marco actual en la dirección que señala la perpetuación de los privilegios de clase.

Ante la amenaza de este nuevo totalitarismo es imprescindible la memoria. No se pueden entender los altercados en el acto de Vox en Vallecas o la gravedad de su propaganda racista sin conocer las estrategias de agitación de los nazis en la Alemania de los años treinta, pero tampoco se pueden afrontar los retos para la izquierda que supondrá la coyuntura saliente de las elecciones del 4 de mayo en Madrid, sin la memoria de todas las luchas que nos enseñaron dónde está la verdadera fuerza de la clase trabajadora.