22/1/23

Escribir la revolución: Luxemburgo-Serge-Mayacovski


Recuerdo haber leído hace tiempo un texto de Rosa Luxemburgo, seguramente alguna de sus cartas desde la prisión. En él confesaba su deseo de haber sido poetisa. Según ella misma, su compromiso con la revolución le hurtó la satisfacción de esta pulsión creativa. No sabremos nunca qué habría hecho Rosa Luxemburgo de haber sobrevivido a la medianoche del siglo. En su época emergían las vanguardias artísticas, uno de cuyos caminos fue explorar las relaciones entre el arte y la vida como una ruptura revolucionaria con el academicismo de épocas anteriores.

Esa ruptura reflejaba sin duda otras que se daban de forma coetánea. Con el realismo, a raíz de la invención de la fotografía ya en el siglo XIX; con el viejo mundo y la sociedad burguesa al estallar la revolución que desde Rusia impregnó el occidente en guerra. Muchos artistas y escritores se politizaron, se sumergieron en río revuelto viéndose su obra trastocada, elevada a cuotas de desarrollo nunca vistas. La revolución en todos los ámbitos de la vida.

He recordado, decía, leyendo las Memorias de un revolucionario de Víctor Serge. Un libro que debería leer toda persona que así se denomine, porque constituye un testimonio crítico, de una intransigencia lúcida y trágica, reivindicación a su vez de todo aquello que se sacrificó, no en la derrota, sino en el intento desesperado de conservar una victoria que resultó al final más amarga de lo planeado.

Pero Serge fue también un escritor. Uno de los grandes escritores que ha dado la literatura europea y mundial. Las pocas páginas que dedica en sus memorias a esa faceta, muestran una concepción muy clara de la relación entre literatura y compromiso político. Como Rosa Luxemburgo, Serge dedicó su vida al proyecto revolucionario, pero entendía la literatura como una herramienta esencial. En sus palabras: “El trabajo histórico no me satisface enteramente; [...] no permite mostrar suficientemente a hombres vivos, desmontar su mecanismo interior, penetrar hasta su alma. Cierta luz sobre la historia misma sólo puede lanzarse, estoy persuadido de ello, por la creación literaria libre y desinteresada, es decir exenta de la preocupación por vender bien.”

Ante la idea de una literatura “libre y desinteresada”, resulta pertinente acordarse también aquí de la figura del poeta futurista, y revolucionario, Mayakovski, uno de los muchos personajes que habitan las Memorias de Serge. Escritor de vanguardia, integró su escritura en la revolución hasta tal punto, que se convirtió en un escritor del régimen, el mismo régimen que aplastó sin contemplaciones el carácter vanguardista y revolucionario de su poesía. Mayakovski se suicidó al no poder soportar tanto fracaso, como tantos y tantas que le precedieron y le siguieron. Serge cuenta las circunstancias del fracaso así como los acontecimientos pertinentes de las épocas que le tocó vivir, pero es en las novelas donde profundiza en la humanidad que las poblaba, cuyo “mecanismo interior” él supo “desmontar”.

Las novelas de Serge no son de género histórico. Constituyen más bien un conjunto de testimonios de cómo la historia arrastró consigo valores humanos esenciales para la transformación revolucionaria del mundo. Reivindica con ellas no una revolución humanista, alguien podría interpretarlo así, sino más bien un humanismo revolucionario que no reniega de sus principios básicos ante la degeneración evidente. El papel de la creación literaria resulta relevante en tanto esa degeneración, como la resistencia desesperada que propició, se produjo, según Serge, no solo por las circunstancias atravesadas, sino por las decisiones y las acciones de algunos “hombres vivos”.