9/3/23

Las Crónicas Marcianas Anti-Musk de Ray Bradbury


La imagen muestra un cohete aterrizando en vertical sobre una plataforma de lanzamiento. Los retro-propulsores rugen con una fuerza que no podemos escuchar pero sí sentir. El fuego se apaga y la enorme nave se detiene otra vez sobre la superficie. Dura un segundo. Una explosión repentina convierte en chatarra chamuscada el tercer prototipo con el que Elon Musk pretende llevar al ser humano a la Luna y luego a Marte. En la siguiente imagen el propio Musk baila eufórico ante sus seguidores: no solo las personas a cargo del proyecto, nosotros también, el público atónito, simples mortales condenados a permanecer en una desolada Tierra mientras multimillonarios risueños brindan con champán desde su nuevo edén marciano.

Ray Bradbury escribió Crónicas marcianas entre 1946 y 1950. El relato de la colonización del planeta rojo por parte de una especie humana que huye de la extinción, en el mismo momento en el que el movimiento sionista conseguía fundar su propio estado en Palestina, llevando a cavo una limpieza étnica sobre la población autóctona. Al adentrarme en la lectura me di cuenta de que Bradbury va mucho más allá de una mera crítica al colonialismo y sus demonios. Su obra constituye un retrato de las peores pulsiones del ser humano, del absurdo de nuestro comportamiento ante todo lo que subvierte para bien o para mal la seguridad cotidiana, también una advertencia de la capacidad destructiva del poder atómico desatado al final de la Guerra Mundial en Hiroshima y Nagasaki, prefigurando la desazón ante una guerra fría que estaba por empezar y que enturbiaría el progreso en las sociedades occidentales durante las siguientes tres décadas.

Pienso en Munsk como en una especie de Messi o CR7, alguien que dedica todo su tiempo y talento a una actividad absolutamente banal convertida en una especie de religión millonaria sino billonaria. La tecnolatría en tiempos oscuros genera toda clase de ilusiones espurias. También veo a Musk como a un personajes de ciencia–espectáculo, un escapista que pretende hacernos creer en la posibilidad de un nuevo futuro en Marte, a costa de desperdiciar recursos.

Otro personaje de una época espejo de la nuestra en muchos aspectos: Claude R. Eatherly, tripulante del bombardero que lanzó la bomba atómica sobre Hiroshima. Vivió abrumado por la culpa, entrando y saliendo de diversos sanatorios mentales. Según el filósofo Günther Anders, quien mantuvo una extensa correspondencia con Eatherly (recogida en el libro El piloto de Hiroshima), fue el único que reaccionó con lucidez y cordura ante lo que había hecho. Esa humanidad es la que muestra Bradbury en sus crónicas, la de quien ha visto en los acontecimientos de la historia reciente un agujero profundo que empaña la esperanza en un futuro de paz y justicia.

Cuando vivimos inmersos en la incertidumbre, con una crisis eco-social acuciante y un capitalismo desbocado incapaz de asumir los propios límites, hacen falta miradas como la de Bradbury, o la de Eatherly, ante los desvaríos de los gurús tecnológicos y sus acólitos. Elon Musk tal vez sea uno de los motivos por los que conviene leer las Crónicas marcianas, un libro que nos ayuda a comprender que no podemos escapar de los conflictos, que Marte está en La Tierra y que nuestro futuro depende de lo que seamos capaces de hacer aquí y ahora.