14/9/24

Alfons Cervera y la memoria como ficción


El padre y la madre de Vicente Muñiz Campos, fueron fusilados en Valencia el mismo día de 1941. A él dedica Alfons Cervera su libro Yo no voy a olvidar porque otros quieran, porque ambos comparten el mismo tesón y la misma integridad. La dignidad de la memoria de Águeda y Amando, ha sido un imperativo ético para su hijo Vicente. Con los textos que componen el libro, el escritor va tejiendo un relato a ratos tierno, a ratos airado, de un aspecto de la historia de España que ha marcado a sangre y fuego la vida de miles de Águedas, Amandos y Vicentes: la memoria, o mejor dicho, su ausencia. O, aún mejor dicho, su exterminio.

Ya lo advirtió Max Aub, escritor, republicano, exiliado, presencia que atraviesa estos pequeños ensayos como un espectro, señalando desde el pasado, para interpelarnos, el punto de partida de una justa rabia ante la iniquidad de la historia, la de ellos, la impuesta por los vencedores. Max Aub, dice Cervera, defiende memoria y dignidad “como gato panza arriba”, ante un país, un erial, en palabras de Gregorio Morán, que ni siquiera sabe que ha olvidado.

Es el éxito del franquismo, Aub lo descubre abochornado cuando visita España y escribe La gallinita ciega, para contar esa eliminación, ese borrado. Si borras la memoria, el pasado no existe, y el presente no puede ser más que eso, un erial. Pero Aub también advierte, con tristeza, pero con rabia, de los peligros del futuro que ya empezaban a vislumbrarse. Ese es en realidad el tema de Cervera y su obra. Por eso le dedica el libro a Vicente, el hijo, no al padre y a la madre fusilados.

Alfons Cervera es un escritor nacido en el valenciano pueblo de Gestalgar, con una larga lista de publicaciones a sus espaldas. Entre sus obras publicadas destaca el llamado ciclo de la memoria, cinco novelas que ahondan en una de las mayores imposturas de la historia de España. El libro que reseñamos aquí, está compuesto por una serie de artículos de diversa procedencia. La mayoría de ellos, intervenciones en jornadas, cursos o congresos literarios e históricos.

El escritor traza una genealogía de la desmemoria, que muta en lista de agravios cometidos por el poder, el que fuera en su momento, sobre nuestra maltrecha democracia. Desmemoria de la República y la revolución, desmemoria de la guerra antifascista, de la represión brutal durante la posguerra, de las guerrillas, del antifranquismo, de la transición y sus pactos vergonzantes, de la memoria como moda para blanquear al bando ganador. El conjunto de textos, su procedencia y su destino, reivindican una trayectoria de honestidad literaria frente a todos y cada uno de los obstáculos que las instituciones han sembrado a lo largo de los años.

En su investidura fallida, Feijóo hizo la siguiente afirmación: “La democracia en España empezó en 1978 y hasta allí llega su memoria.” Todavía hoy, uno de los dos partidos de gobierno niega en redondo que haya existido una República democrática, o las organizaciones obreras que la defendieron frente al golpe de estado fascista (el otro partido, hace tiempo claudicó de reivindicar ese legado). Es la negación como punto de partida del régimen del 78, sus cimientos, consecuencia de una trama de pactos urdida por los sectores aperturistas del franquismo y los arribistas del antifranquismo, que luego serían debidamente recompensados para terminar, en su vejez, como hemos visto estos días, defendiendo su putrefacto legado.

Pero esa es otra historia de esta historia de historias. En sus textos, Cervera no solo habla de memoria, habla también de literatura de ficción, un terreno, el suyo, llamado a cumplir una función esencial. La ficción sirve para dar vida, en forma de relato, a los sueños de quienes protagonizaron la historia, contribuyendo a la reconstrucción de las imágenes del pasado, los recuerdos recónditos escondidos, durante años reprimidos por el miedo o el desprecio institucional.

No hay ficción sin memoria. Tampoco hay memoria sin ficción, porque el recuerdo es siempre fruto de una experiencia personal, íntima, que tiene lugar en nuestro interior. Por eso escribe su novela Maquis sin haber investigado la vida de aquellos guerrilleros emboscados. Y sin embargo, los supervivientes que la leyeron le dijeron: “es como si hubieras estado a nuestro lado en el monte”.

Tal vez, aquello que le achacan a la memoria quienes abordan el pasado desde la historia, su carácter fragmentario, difuso e inexacto, tal vez, digo, sea su mayor virtud y su fortaleza. Por eso la ficción se convierte en la disciplina indicada para reivindicar sueños y esperanzas, victorias y derrotas, de quienes vivieron los hechos, documentados o no, que nos definen como sociedad. Por eso, las posibles inexactitudes de la novela de Cervera, que él mismo reconoce, no desmerecen en absoluto un relato escrito desde la honestidad y el compromiso que reflejan los textos de Yo no voy a olvidar porque otros quieran, lectura recomendada para quienes seguimos empeñados en hacer florecer, en el erial, las semillas del pasado.