15/9/24
La rabia de Agustín Gómez Arcos
Cuando se habla de Agustín Gómez Arcos, se le suele asociar a una literatura de posguerra, o sobre la posguerra, censurada por el franquismo e invisibilizada hasta nuestros días. Una literatura atravesada, lastrada incluso, por las consecuencias de la guerra, que se nutre de los imaginarios de la derrota para exponer y exhibir las heridas sangrantes de quienes fueron señalados, y señaladas, como pertenecientes al bando perdedor. Pero la primera novela del autor, El cordero carnívoro, se publica en 1975, muerto el dictador, y las tres siguientes, durante los años conocidos posteriormente como La Transición.
Gómez Arcos escribe sus novelas en francés y es en Francia donde se le reconoce como escritor. Se exilió justo después del Mayo del 68, para desarrollar una carrera de dramaturgo iniciada en España. El mayo francés forma parte, también, de las experiencias vitales del autor. Su influencia en la obra novelística tal vez no sea evidente, pero si lo tenemos en cuenta, veremos con otro prisma algunos de sus elementos recurrentes.
Esa rabia apenas contenida, esa acritud despiadada, y esa ironía ácida con los que relata las desventuras de los protagonistas, sus traumas y sus dolores, pueden remitir sin duda a sus propios traumas (la guerra civil, la posguerra, la represión, el exilio), pero también se pueden entender como un posicionamiento claro al lado de la gente de abajo, en una lucha que, por mucho que se pretenda, no está cerrada todavía.
Enquistada en el cuerpo doliente de los desheredados, marginados, humillados por el poder, la riqueza y la banalidad bien pensante, el ansia de liberación se retuerce, a veces inconsciente, y eclosiona dando forma ese viejo slogan: lo personal es político.
El hombre arrodillado es una novela de 1989, cuyo título hacer referencia al protagonista, un joven minero sin empleo. Después de abandonar la mina, su pueblo, mujer e hijo, para encontrar un trabajo mejor en la España de la euforia felipista, termina en una gran ciudad, arrodillado, pidiendo limosna y durmiendo en la calle o en habitaciones de mala muerte.
La novela desmiente la idea del escritor de posguerra, pues esa mirada cargada de rabia, ironía y ternura, tan característica, le sirve para diseccionar la década de los 80 desde ella misma. En trescientas páginas de una prosa directa y mordaz, destripa, sin concesiones, lo más sórdido de la modernización posfranquista, impulsada por unas nuevas élites incapaces de superar las viejas contradicciones, y acomodadas a las estructuras de poder heredadas del antiguo régimen.
Me gusta pensar que el título puede entenderse como un genérico metafórico (el “ser humano” arrodillado), porque, no solo adquiere así, la novela, una dimensión marcadamente política, también el final, que no voy a destripar, alcanza el mismo potencial, situando al escritor, y al lector o lectora, en la senda de esa liberación anhelada.
La rabia de Agustín Gómez Arcos es nuestra rabia, y su literatura, un recordatorio, certero y lúcido, de las contradicciones aún por superar.